El hallazgo del esqueleto de mujer encontrado ayer en González Catán, en el marco de una causa donde ahora se investiga si hace una década un hombre asesinó a su pareja y la enterró en su casa, hace recordar al caso de Mario “El Loco” Frieiro, ocurrido en la misma localidad del partido de La Matanza pero en 1998, cuando asesinó a su mujer, la sepultó debajo de su cama y durmió siete años sobre el cadáver hasta que lo delató su hijo menor y hallaron el cuerpo.
El caso se descubrió en 2005, cuando un hijo de 16 años, se quebró y le contó a la Policía y la Justicia que siete años antes, en 1998, su padre había estrangulado a su madre, María Angela De Luca, y había ocultado el cadáver debajo del piso donde estaba la cama matrimonial.
El chico dijo que durante todo ese tiempo no había hablado porque su padre lo tenía amenazado a él con encerrarlo en un instituto de menores si lo delataba.
La Policía allanó la vivienda que habitaba la familia en Juan B. Bustos 6.004 de González Catán y al excavar debajo de la cama, encontraron el esqueleto de una mujer, que un estudio de ADN luego ratificó que pertenecía a De Luca.
Freiro estuvo prófugo 15 días durante los cuales estuvo deambulando por San Clemente del Tuyú y San Bernardo, hasta que el 22 de marzo de 2005 pactó junto a su abogado, Miguel Racanelli, su entrega y fue detenido en Virrey del Pino.
Mientras estuvo prófugo, Freiro se entrevistó con Racanelli, a quien le dijo que no recordaba mucho lo ocurrido, pero aclaró que su intención era “tener cerca” a De Luca.
El juicio se realizó en 2007, ante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 de La Matanza, y el 26 de noviembre de ese año, “El Loco Mario” –como en su momento lo bautizó la Policía-, terminó condenado a prisión perpetua, como autor de un “homicidio calificado por el vínculo”.
Durante el debate, Frieiro confesó el hecho pero intentó instalar la idea de que se había defendido de un ataque que había iniciado su mujer, a quien definió como “el amor de su vida”, y que pudo estar en estado de “emoción violenta”.
El día de la confesión, Frieiro dijo: “Me tiró con la sartén que todavía tenía aceite caliente. Me defendí. Si me dicen le pegaste un tiro, no sé; si la apuñalaste, no sé; si murió del corazón, no sé; si la ahorqué, no sé”.
“Estaba muerta, dura y blanca como un papel. Agarré una herramienta, una pala y lo hice. Me asusté y la sepulté en la habitación”, relató.
Todo ello fue descartado en la sentencia por el TOC 4 de la Matanza, que calificó el hecho como “macabro”, “espeluznante” y “morboso”, subrayò- y consideró al hijo que presenció el crimen como una víctima “inocente” del hecho -no solo porque fue testigo del crimen, sino por los años que lo calló y el daño psicológico que le produjo-, y además remarcó que al confesar en el juicio, Frieiro “jamás demostró arrepentimiento en el frío relato”.
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